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Actualmente con la mejora de las comunicaciones a nivel mundial, vemos por todo el mundo y casi a diario fenómenos meteorológicos que alteran (se supone) el planeta. Hace unos 40 años atrás, no recibíamos ni noticias sobre su existencia ni de dónde ocurrían. Hoy tenemos mayor conocimiento de ellos y nuestras perspectivas han cambiado.

Sin embargo, también vemos a diario muchísimos más accidentes o muertes debido a sobrepoblación, hambre, guerras u otras pérdidas humanas causadas por factores sociales, económicos, culturales y políticos; mejor dicho, donde el hombre actúa directamente.

El tema es que mientras la humanidad va en aumento poblacional (mejor nivel de vida en general), las zonas habitadas crecen en desorden y con muchos riesgos de por medio, como ocurre en Tambogrande, Huaycoloro, Ticlio Chico, Sandia, Belén, Huaypetue y muchísimos lugares más.

La identificación real de los problemas sociales o antropogénicos de manera estratégica, sobreponiéndole los escenarios climáticos en la escala necesaria, generará soluciones futuras, creando así relaciones de colaboración entre las sociedades locales, regionales y nacional. Para ello, urge tener en claro el conocimiento de la climatología y meteorología a esas escalas, para así demostrar que -por ejemplo- las lluvias no causan necesariamente los mal denominados desastres naturales, sino la humanidad. Depende de nosotros, y no de la naturaleza, vivir en armonía con ella.

La población está en aumento, pero tenemos a la ciencia como herramienta de desarrollo armónico con nuestro país. Podremos ver dónde y cómo estamos ocupando nuestros medios de vida ya existentes y así sabremos si serán afectados por el cambio de clima en el futuro. Si ocurre así, es posible intervenir proactivamente.

Tener una variabilidad climática de las más importantes del planeta y un desarrollo social desordenado nos convierte en un gran ejemplo de cómo podríamos convivir con la naturaleza. Hagámoslo nosotros, pues hay otros interesados.