Lo adelantamos en una reciente columna. Evo Morales se ha valido de su popularidad, pero sobre todo de su total control del aparato jurídico-político boliviano para acomodar todo a su tamaño y medida en el afán de perpetuarse en el poder.

Evo no resistiría entregar la banda presidencial. Su sicología no está preparada para darle un espacio a la alternancia política. No es una casualidad que tan solo a pocas horas de haber cumplido casi los 10 años al frente del gobierno, el Tribunal Constitucional de Bolivia haya decidido respaldar la Ley de Reforma Parcial de la Constitución promovida por el propio Morales. Ahora el Presidente de la República podrá ser reelegido hasta en dos oportunidades consecutivas. Lo que no estamos contando es que la modificación constitucional produce efecto a partir de su vigencia, por lo que Evo no solamente podrá postular para el año 2019, sino que quedará expedito para repetir el plato en las elecciones del 2024 que de ganar podría gobernar hasta el 2030. Esa es la realidad.

Evo es el verdadero arquitecto de su propio destino. Su mejor aliada es la coyuntura económica que a decir verdades, le ha sido favorable desde que llegó al poder. El éxito político de Morales no significa carta abierta en el derecho.

Los Estados son desarrollados cuando saben respetar las reglas jurídicas. Las estadísticas sobre los episodios finales de aquellos que han querido encasillarse en el poder son trágicamente altas. La prosperidad nunca es eterna y Evo que así lo cree, está equivocado. No ve los errores porque se cree imprescindible y eso es grave.

Todo un caudillo como ha sucedido siempre en nuestra región. 

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