Evo Morales, presidente de Bolivia, se las sabe todas. Se ha valido del día en que se recuerda el ingreso de las tropas chilenas en el territorio costero boliviano de Antofagasta, el 14 de febrero de 1879, para obtener dos réditos inmediatos: el primero que salta a la luz tiene relación con el referéndum del próximo domingo 21 que le permita una nueva reelección. En efecto, Evo, caudillo por donde se lo mire, y que ha sido reelegido sucesivamente en dos oportunidades, quiere valerse de una consulta popular para continuar en el poder. Sabe que hablar de la guerra y de la invasión le dará resultados positivos sobre todo cuando las encuestas no le son favorables. Lo segundo sí tiene que ver con el juicio que mantiene con Chile en La Haya; es decir, llamando “cobarde invasión” a la ocupación militar de las salitreras bolivianas, Morales quiere refrescar a la opinión pública de su país y de paso a la propia Corte -lo hizo saber en su Memoria- de que la actitud expansionista chilena desnuda la inconducta internacional de un Estado que se valió de un plan deliberado para promover su expansión territorial. El episodio de 1879 configuró el injusto boliviano, cuya fundamentación histórica siempre es muy valorada por la Corte. Para Bolivia y su presidente la ocupación chilena de Atacama fue la génesis que explica su enclaustramiento y que la Corte debe conocerlo porque no es posible que el tribunal pueda formarse un criterio jurídico si no tiene en cuenta la verdad histórica. Explicar los hechos tal como sucedieron -no se hizo en el caso peruano-chileno- es clave en un juicio jurídico porque es una regla que el hecho hace el derecho y no al revés.