Estaban inmaculados, como haciendo cola frente al confesionario o listos para la primera comunión. Al menos, a Fujimori no es la primera vez que la veo ante un cardenal prometiendo portarse bien (Cipriani, PPK y Fujimori). A qué nivel habremos llegado que nos vemos en la imperiosa necesidad de someter a juramento, a nuestros presidenciables, en cuestiones tan básicas como las enumeradas en 12 puntos. No salió de ellos mismos, ninguno tuvo esa iniciativa.

Jurar es prometer una cosa solemnemente, jurar es poner por testigo o como garantía de ello a Dios, o a personas o cosas muy respetadas y queridas por la persona que promete. Ha tenido que intervenir un prelado y otras instituciones, como si de un exorcismo se tratara porque el temor es mayúsculo. Como si estuvieran poseídos.

Hay suficientes razones para desconfiar de ambos y a la vez razones para no eludir la decisión de votar. De allí que en la ceremonia de ayer fue tácito que los ciudadanos también hemos jurado que actuaremos en forma vigilante es si es que el que asuma el próximo gobernante no cumple este juramento.

De alguna forma, el texto que leyeron y juraron cumplir es como el plan de gobierno de los peruanos. Lo que en otras latitudes es algo tan obvio que a nadie se le ocurriría someter a juramento, pues aquí no lo es. Jurar que se respetará la Constitución, que se defenderá la vida, que se respetará la libertad de expresión, o que no se conculcará la independencia de otras instituciones tutelares, o que no buscarán quedarse en el poder más de lo establecido. ¿Cuál de los dos candidatos cree es más probable que esté dispuesto a honrarlo? Pues vote por ese, quizá sea más fácil sacarle el diablo que lleva dentro. Jurar en vano tiene castigo, y no sólo moral. Ya lo veremos.