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Es posible que Edwin Oviedo haya pensado que la cárcel jamás llegaría. Es fácil cerrarse a la idea de que a uno le quiten la libertad, más todavía si te sientes inocente. La reacción de Oviedo, entonces, responde a los reflejos a los que cualquier ser humano está sujeto, pero la enorme diferencia en este caso se centra en el cargo que ostenta. Aunque muchos quieran negarlo, los líos de Oviedo con la justicia salpicaron a la Federación Peruana de Fútbol (FPF).

Es fácil decir ahora: “Se veía venir”, pero, de alguna manera, el camino que se venía asfaltando parecía tener esta dirección. Aquí nadie dice que Oviedo sea culpable de aquello de lo que se le acusa, simplemente estaba dentro del presupuesto inmediato que una solicitud de prisión preventiva proceda, sobre todo teniendo en cuenta los precedentes cercanos de nuestra sociedad. El problema fue que el presidente de la FPF se negó a dejar el cargo o pedir una licencia temporal siquiera, amparándose en el argumento de que al no tener nada que temer u ocultar no había motivos para ceder a esa posibilidad. La conclusión de esa obstinación es que en este momento la FPF ya se manchó, la institucionalidad ha sufrido un golpe tremendo con este encarcelamiento y los estragos no se harán esperar.

Es entendible que quienes asuman ahora el liderazgo en la FPF intenten transmitir un mensaje de calma y serenidad, pero, dadas las circunstancias, es difícil que alguien crea en ese mensaje. Edwin Oviedo fue el responsable de que una institución que padecía con una reputación nefasta consiguiera ganarse la confianza del público, convertirse, hasta cierto punto, en un ejemplo de manejo de empresa. Edwin Oviedo, qué duda cabe, fue en gran medida el gestor de que Perú vuelva a escribir su nombre en las altas esferas del fútbol mundial, reafirmando su confianza en Ricardo Gareca y cosechando los frutos de una constancia que parecía atípica en nuestro país. Tuvo todo para ganarse un lugar especial en la historia de nuestro fútbol, pero fue él mismo, con esa obstinación innecesaria y la incapacidad para dar un paso al costado cuando lo ameritaba, quien hoy le asesta a esta Federación, a la que tanto le lavó la cara, el golpe más duro de todos.

Solo queda esperar que quienes queden a cargo tengan la capacidad para superar este impasse con altura y entregarle la calma necesaria a quienes trabajan de manera directa con los ámbitos de nuestro fútbol. Por la fuerza, Oviedo tendrá que atender sus asuntos lejos de la Videna y ese es el mejor escenario ante una situación como esta.