La reciente Expo Amazónica realizada en la ciudad de Tingo María, ha sido la más grande en todo sentido: en extensión, número de productores, empresas e instituciones participantes, con una rueda de negocios que contó con la participación de compradores procedentes de más de diez países, además, de espectáculos culturales y educativos, foros vinculados a temas económicos, sociales y ambientales. Hasta se elaboró la tableta de chocolate más grande de la Amazonía Peruana que pesaba 500 kilogramos. Los números apabullan, anulan cualquier posibilidad de pensar en fracaso. Sin embargo, en proporción, abre un extenso espacio para la reflexión.

Cada cita de Expo Amazónica intenta superar la anterior. He tenido la oportunidad de asistir a otras ediciones y en verdad, las dimensiones de la realizada en tierra tingalesa quitaban el aliento. La intención de hacer las cosas bien estaba allí, resultaba obvio el enorme esfuerzo y recursos destinados a eso.

Pero a veces menos, es más. Si bien, es un encuentro necesario entre regiones amazónicas que comparten innumerables asuntos, que exigen atención y solución conjunta, también sería bueno hacer un alto, sentarse un minuto a pensar, evaluar lo logrado hasta ahora y ajustar objetivos, partiendo que desde el principio su realización ha sido un gran acierto que moviliza la economía de varias regiones.

Cabe la pregunta, si es una feria de productores y artesanos, un espacio de negocios, un campo para la reflexión e intercambios de avances científicos y socioeconómicos, un escenario cultural, sala de conciertos o una oportunidad de promoción política. Durante los cuatro días que estuve inmersa en la feria, surgió la duda. Experimenté sorpresa, asombro, admiración, tristeza, frustración y preocupación. Me quedé con la sensación que hay mucho por hacer.

Desde fuera, las estadísticas hablan de un éxito sin precedentes, solo la rueda de negocios reportó más de 27 millones de soles en acuerdos. A lo que se suman más de 85mil visitantes, que ocuparon hoteles, restaurantes y el resto de los servicios en la ciudad. Sí, Tingo María fue el escenario de una gran fiesta, pero algo caótica. Y al igual que el año pasado en Chachapoyas, yo me pregunto, ¿qué le quedó a la ciudad? ¿A la región de Huánuco?

Afinando un poco la mirada, quedan pendientes preocupantes, que ojalá no se repitan en la próxima edición que se realizará en Madre de Dios en 2024. Logísticamente, el acceso y salida de la feria eran imprácticos con una larga caminata que los mototaxis encontraron la forma de sortear; el limitado acceso a la red de datos que perjudicaba a todos porque hacer una transacción vía aplicativo era cuesta arriba, o simplemente comunicarse. A esto se suma la contaminación sónica, porque al unísono se escuchaban anuncios, música de varios tipos, manifestaciones culturales, las fallas de electricidad que impidieron algunas actividades, la falta de agua. En fin, nada que no se pueda resolver. Porque la Amazonía peruana ofrece una potencialidad que se pierde de vista, pero como dice aquel adagio, “la fuerza sin intención no tiene sentido”.