Andrés Choy, presidente de la Asociación de Bodegueros del Perú, ha señalado ayer al canal Latina que al menos el 60 por ciento de los miembros de su gremio vienen siendo víctimas de extorsiones por parte de delincuentes que les exigen dinero a cambio de no atentar contra sus vidas y las de sus familias, o sus locales comerciales, algo que sin duda desalienta al pequeño y mediano empresario que es el llamado a generar sano empleo y bienestar en el país.

Ha indicado que en regiones, las que acumulan más casos son La Libertad y Piura, mientras que en Lima los distritos donde hay el mayor número de denuncias son San Juan de Lurigancho, San Martín de Porres, Comas, Villa El Salvador y Villa María del Triunfo. La provincia constitucional del Callao no se queda atrás. Ojo que esta cifra solo comprende los casos expuestos ante la Policía Nacional, y no los que se quedan en la sombra por temor a las represalias de parte de los hampones.

El propio ministro de Economía y Finanzas, Alex Contreras, ha señalado que la violencia impacta de forma negativa no solo en la moral de los emprendedores, sino especialmente en la capacidad de hacer empresa al elevar los costos y reducir la competitividad. ¿Así quién va a abrir o ampliar un pequeño negocio? ¿Trabajar para terminar pagando cupos a una manga de delincuentes cobardes que cuando son arrestados y tienen que dar la cara se ponen a llorar y llaman a su mamá?

La necesidad de al menos controlar las extorsiones, esas que ahora afectan hasta a la prostitución clandestina en el distrito de Lince, se hace urgente porque viene cobrando vidas y destruyendo familias, pero también debido a que daña una economía alicaída que requiere de la participación de los pequeños y microempresarios que ahora reciben llamadas y mansajes con balas a modo de amenaza para que paguen los cupos que salen de su esforzado trabajo.

Por muchos años, de manera irresponsable se vio este serio problema como “algo que pasa en provincias”, pero ahora ha llegado a Lima y ha estallado en la cara a un Estado que no sabe qué hacer con esta papa caliente. Cree que con estados de emergencia en tres o cuatro distritos y sacando a la tropa se va a poder hacer algo. Si así fuera, genial, aplaudiremos y nos sacaremos el sombrero, pero así no son las cosas. Sin una estrategia integral, no vamos a ninguna parte. Trujillanos y piuranos lo saben muy bien.