Satisface que el Mensaje a la Nación en las fiestas de la patria, lo haya pronunciado por primera vez una mujer. Es un hecho histórico que no ha sido bien resaltado. También satisface que su presencia en el Congreso haya sido cordial y esto simbolice el afianzamiento de la democracia, porque este acto constituye un buen enlace entre los poderes Ejecutivo y Legislativo.
No olvidemos que dos semanas atrás, unas centenas de personas, lideradas por agitadores de la ultra izquierda, pretendieron desestabilizar el orden constitucional y empañar el 202 aniversario de la independencia nacional. Y aunque la Boluarte diga que no hubo vencedores ni vencido, la llamada “toma de Lima” fue un fracaso total.
Algunos remarcan que el mensaje fue extremadamente largo. Lo cierto es que hubo la intención de mostrar que el aparato gubernamental otra vez camina, luego del desastre de Castillo. Hubo anuncio de nuevos bonos. Este es un desembolso de recursos para paliar la pobreza incrementada por el retroceso económico. También hizo saber la obra pública proyectada. Hasta ahí bien.
Pero a las 72 páginas de lectura, le habría faltado una más. La que debía anunciar la reactivación del crecimiento económico, para lo que se requiere dar garantía para la inversión privada. Sin esta inyección no hay desarrollo. Hasta el gobierno de García el crecimiento redujo la pobreza de casi 60 % a 20%. Un récord que asombró al mundo. Se perdió el ritmo en los gobiernos siguientes también por culpa de la pandemia y al salir Castillo de la presidencia, la pobreza quedó cerca al 30%.
Dina dejó escapar la oportunidad de alentar la inversión anunciando reglas con más canon y más justicia social. Todavía puede hacerlo.