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¿En qué estaría pensando AGP cuando anunció, con alarde, que tenía informantes dentro del equipo del Ministerio Público? ¿Quizá en que, de esa manera, generaba división dentro del grupo de fiscales y los distraía poniéndolos a buscar al topo? Los abogados del por ahora impedido de salir del país rápidamente han acomodado esas declaraciones, tras caer en cuenta que infiltrar informantes dentro de una institución como el Ministerio Público es un acto clarísimo de obstrucción a la justicia y razón suficiente para que el investigado cumpla el proceso en carcelería. Me quedo con la impresión de que se está gastando pólvora en gallinazo, tanto así que a nadie ha convencido de que vale la pena chuponear a AGP. Hoy mismo, el expresidente no constituye peligro alguno para ningún gobierno. Las cifras obtenidas por la oposición al referéndum apenas superan el 10 por ciento, si es que estuvieran juntos en una misma bancada -casi lo están- los apristas y fujimoristas. ¿Qué se podría querer escuchar de las conversaciones de AGP, quien estaba convocando a una revuelta para sacar a Vizcarra de Palacio? Pero si ni siquiera ha convocado a protestas contra su impedimento de salida del país. Hay que ser muy cara dura para un día asilarse como perseguido político y después fotografiarse, sonriente, depositando su voto este último domingo. La contundencia y claridad de los resultados del referéndum han abierto las puertas para que, en el proceso de implementación de las medidas consultadas, se acabe con el espectáculo al que nos ha tenido habituados la mayoría congresal. Sin futuro, la vida ya perdió sentido para muchos de quienes se ganaron a pulso el papelón al que conduce la soberbia. Ahora solo queda esperar que el Ejecutivo, libre del obstruccionismo del Congreso y con el respaldo del voto popular, no defraude y cumpla el mandato.