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En una casa de la calle Bucaré en La Molina… Keiko Fujimori me propuso ser el candidato de su partido para el Gobierno Regional de Ica. Yo no la conocía de antes. Nos conocimos en aquella oportunidad -junio de 2014- cuando faltaba poco para el cierre de inscripciones de candidatos.

Me quedé turulato. Jamás había participado en política activa. No tenía idea de cómo era la nuez. Le advertí que antes yo había escrito -en El Comercio- acerca de la corrupción en el gobierno de su padre. A pesar de ello… Keiko insistió. Incluso, me pidió que sea yo -y no el partido- quien armara mi equipo, lo cual me pareció correcto. Mi única condición fue que -si ganaba- iba a luchar contra la corrupción… venga de donde venga. “De acuerdo”… fue su respuesta. Por eso acepté.

Aunque, valgan verdades, también acepté por no arrugar. Las probabilidades de ganar eran mínimas. Mis rivales eran zorros viejos y mañosos. Era imposible que ganara las elecciones. El escenario lógico era: candidateo… y pierdo. Y de vuelta al barrio. ¡Qué tanto! Hice lo que pude y perdí… y no arrugué. Ese fue mi raciocinio.

El problema -como se sabe- es que candidateé… y gané. En realidad, Keiko me hizo ganar… su respaldo fue determinante. Por eso -públicamente- agradezco el gesto que Keiko Fujimori tuvo conmigo. Además, agradezco a los militantes de Fuerza Popular por el apoyo brindado para que yo ganara las elecciones. Pero de allí a repartir puestos de favor -u obras- a todos los que me apoyaron… esa nunca fue mi idea.

Una vez en el cargo -ahí sí- la cosa se puso sabrosa. El clientelismo político se puso en marcha a todo vapor. No de Keiko. Ella jamás me pidió nada indebido. El problema lo generaron ciertos congresistas y consejeros regionales que se creían vacas sagradas. Yo… ni caso les hice. Al contrario -como a muchos les consta- los confronté.

En ese sentido, lo mío no es traición… como dicen algunos amargados. La traición es de cobardes. Los cobardes no confrontan. Y yo -y todos mis colaboradores- hemos confrontado a la corrupción. En todo caso, yo no busqué a los congresistas clientelistas. Ellos me buscaron a mí. Y… la típica. Listas de allegados a quienes había que dar trabajo… en lo que sea. Favores indebidos, prebendas, trámites turbios, obritas. Destitución de funcionarios que les resultan incómodos. Etcétera. Clientelismo político puro y duro. ¿Qué hice yo? Confrontarlos.

¿Que no he cumplido con mis compromisos de gobierno? Respeto su parecer. Sin embargo, hay gente que opina lo contrario. Muchos iqueños consideran que la Hermandad del Agua con Huancavelica es un logro importante. Acabo de estar en la sierra de Ica y los campesinos están contentos con los 53 reservorios que hemos construido allá arriba. Hemos mejorado el sistema de agua potable en Ica… y los beneficiarios lo reconocen. Los pacientes agradecen la eliminación de las colas en nuestros hospitales. Hemos combatido -y vencido- la epidemia de dengue. Nuestra educación ha mejorado. SINFÓNICA… nuestro coro de 700 niños es un éxito. Los brevetes se entregan en el día, y por las buenas.

Estoy convencido… si no hubiéramos confrontado a la corrupción, jamás hubiéramos logrado todo lo anterior. Han sido muchos políticos clientelistas, periodistas chantajistas, dirigentes tramposos, funcionarios coimeros… incluso empresarios corruptos, a quienes -mis colaboradores y yo- hemos confrontado. Por eso nos ha ido bien. Lo cual no quiere decir que no reconozcamos nuestros errores.

En fin. ¡Qué se le puede hacer! Nosotros la tenemos clara. Seguiremos confrontando a la corrupción… venga de donde venga. Además, Dios no nos ha dado un espíritu de temor, sino un espíritu de poder, amor, y buen juicio. (2 Timoteo 1:7) Palabra de Dios… te alabamos, Señor. Así que, ¡vamos Ica! ¡Nosotros mismos somos! Amén.