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Es de esperarse que ahora sí esos políticos, opinólogos, analistas, tuiteros y demás que en los últimos años se han dedicado a apuntalar y promover la elección de verdaderos fiascos para el país, sean capaces de hacer un mea culpa y admitir con total contundencia que se equivocaron, tal como vemos hoy con la crisis en que se encuentra el Perú por culpa del último de sus defendidos: Pedro Pablo Kuczynski, el hombre que trabajó para Odebrecht siendo ministro.

Los vimos subiéndose al barco del hoy prófugo Alejandro Toledo. Para nada importó que su líder haya negado a su hija Zaraí ni que se la haya pasado mintiendo una y otra vez. Fueron su soporte político a inicios de este siglo. Muchos de izquierda y afines ahí estuvieron en ministerios y embajadas. Una vez que el chakano cayó en desgracia en 2013, todos se fueron, pero no importaba. Ahí venía Ollanta Humala, pese a los antecedentes nada santos que ya mostraba.

Había hecho una finta de “rebelión” en Locumba, sus cuentas familiares no cuadraban, apoyó el “Andahuaylazo” que costó la vida a cuatro policías y se sabía que era el “capitán Carlos”, pero todos se fueron con él para que no gane el fujimorismo, incluyendo a los autoproclamados “defensores de los derechos humanos”. Hoy, el preferido de todos esos que pontifican de moral, decencia y honestidad que hacía la diferencia, está preso al igual que su esposa.

Luego, esta misma gente promovió a la plus ultra de la honestidad de la política peruana: Susana Villarán. Hizo una campaña millonaria para que no la revoquen, pero nadie preguntó de dónde salía la plata. Hoy que la doña está en desgracia, todos miran a los costados, como lo hacen al ver al presidente Kuczynski, el último de sus protegidos, contra las cuerdas por las consultorías a Odebrecht, que pagó un dinero que en parte acabó en una de sus cuentas personales.

Hoy muchos de estos promotores y “apuntaladores” de Toledo, Humala, Villarán y Kuczynski, algunos de ellos muy cercanos a estos personajes dudosos como lo fueron en su momento Pedro Cateriano, Juan Sheput, Gino Costa y Marisa Glave, entre otros, hacen sus “análisis” sobre la corrupción que golpea al Perú, y critican a otros en lugar de hacer un mea culpa y pedirle perdón al país o, en todo caso, quedarse callados y no salir a hacer papelones en televisión.

EL DATO:

Una vez que el chakano cayó en desgracia en 2013, todos se fueron, pero no importaba. Ahí venía Ollanta Humala