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La muerte de Fidel Castro me sorprendió mientras leía el libro La ficción Fidel (Harper Collins, 2008) de la escritora cubana Zoé Valdés, quien trata de explicar cómo el tirano logró hipnotizar, manipular y distorsionar la realidad para perpetuarse en el poder con el cuento de la “justicia social” y la “búsqueda de la igualdad”. Afirma que el otrora guerrillero de la Sierra Maestra, como gran marketero que era, creó un producto -la revolución- que todo el mundo compró.

Lamentablemente ese producto que, según la magnífica guionista, poeta y novelista, Fidel Castro vendió a todos, ha sido un rotundo fracaso tal como lo señalamos en la portada de ayer de Correo, pues la muerte de este personaje deja en el mundo una huella imborrable de dictadura, fusilamientos, pobreza y violación de derechos humanos, así como la huida de casi tres millones de cubanos que no soportaron vivir bajo la opresión y la falta de libertades básicas.

Los escuderos de la dictadura de Fidel y Raúl Castro han salido a alabar al “revolucionario” fallecido, afirmando que dio “dignidad” al pueblo de Cuba que en la práctica no tiene ni alimentos para llevarse a la boca, o en muchos casos ni cuenta con el jabón necesario para un buen aseo personal, todo eso en nombre de una “revolución” que en materia de salud y educación alcanzó logros que también pudieron conquistarse en democracia y con libertades.

En el plano local, ha sido gracioso -sí, mejor reírse- ver a los representantes de la izquierda echando flores y lágrimas sobre la tumba de Castro, el impresentable dictador que gobernó casi 50 años con mano de hierro, mandó a fusilar como ninguno, metió en la cárcel a quien le dio la gana y robó lo que quiso; al tiempo que fustigan a Alberto Fujimori, quien con todos los excesos de su régimen de diez años, al lado del tirano del Caribe no era ni siquiera un bebé de pecho.

En octubre de 1953, durante su autodefensa en el juicio que se le hizo por el fallido intento de toma del cuartel Moncada, Castro dijo: “La historia me absolverá”. Sin embargo, 63 años después de lanzada la frase, hechas las sumas y las restas, queda claro que el inmenso barbudo del traje verde olivo, que desde el viernes descansa ¿en paz?, es culpable del drama que vive su país, que se compró ese producto indigesto y maloliente del que nos habla Valdés en La ficción Fidel.

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