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Roberto Gómez Bolaños, el gran maestro del humor latinoamericano, acuñó una frase para uno de sus más celebrados personajes, que ya forma parte del vocabulario popular: “Fue sin querer queriendo”. El actor y guionista mexicano puso en boca del Chavo del Ocho el dicho perfecto para disculparse por los disparates, los excesos verbales y las metidas de pata, bajo la elemental premisa de que nada fue hecho con mala intención. Pero allí entró la genialidad de “Chespirito” para reafirmar en su creación que muchas veces las barbaridades que salen de la boca hasta de los seres más “inocentes” como el Chavo llevan dentro lo que realmente quieren decir, “sin querer... queriendo”. Dejemos la ficción y el humor; esta vez tenemos que ponernos serios. Y durante la semana que acaba, fuimos testigos de dos excesos que de una forma u otra están hermanados entre sí, bajo el pretexto de la broma y la chacota: la agresión encubierta. Carlos Galdós en su programa de radio, lejos del comentario sobre la situación legal de Keiko Fujimori por la cual cumple prisión preventiva, no tuvo mejor idea que llevar hacia extremos su opinión sobre la lideresa de Fuerza Popular, pero recordándole su estancia en la cárcel de una manera burda y, lo peor, cometiendo contra ella una violencia verbal que rechazamos; no se puede ser selectivo ante esto. Las disculpas de Galdós no fueron suficientes para muchos, porque lo sucedido representa eso que está latente en nuestra sociedad y que, aunque disimulemos, no superamos y sale en el momento más inesperado: “sin querer queriendo” me burlo de una mujer, le recuerdo que es vulnerable, que no se puede defender, por eso se le agrede... Y en muchos casos se le mata. Aquí no queda la cosa. Como cereza del pastel, uno de los integrantes de la popular orquesta Zaperoko puso su cuota a la discriminación agrediendo a un joven que para estos músicos no merece respeto simplemente por tener una orientación sexual diferente. En patota, frente a él, cayendo bajo, hicieron muecas y más muecas burlándose de alguien que no se podía defender y que para ellos no está a su altura. Luego de ser denunciados en redes, vinieron las clásicas justificaciones: “pero si fue una broma”, “no queríamos ofender”. Otra vez el “sin querer queriendo” para justificar el bullying, la falta de respeto, la intolerancia, la homofobia. Ya es hora de parar todo esto.