“Mis memorias han llegado en una época de mi vida en la que ya soy una persona mayor, entonces, ya no me callo. He llegado a una edad en la que puedo abrir mi corazón, y aunque algunas veces pensé conservar algo que no quise compartir, luego dije, no”. El año pasado, así nos respondía Susana Baca sobre el motivo que la impulsó a escribir el primer tomo de su autobiografía “Yo vengo a ofrecer mi corazón”, título que le pidió “prestado” al gran Fito Paéz y que él no tuvo ningún reparo en aceptar. Hoy, el escenario es diferente, no estamos frente a ella para preguntarle para cuándo esa nueva entrega de sus recuerdos, esta vez la tenemos distante, lejos de esos escenarios que la reclaman en el mundo entero, Susanita, como la llaman todos los que la quieren, lucha por su vida, pero no lo hace sola, está arropada de rezos para que su batalla tenga aliados, y de los buenos.

Susana Esther Baca de la Colina, aún tiene muchas historias que contar, mucho camino por recorrer y sobre todo, canciones del folclore afroperuano que merecen ser reinvindicadas. La cantante peruana más internacional, ganadora del Grammy y Latin Grammy, a sus casi 80 nunca puso límites a su carrera y por eso, solo la enfermedad, artera y traidora,pudo detenerla.  Le salió al encuentro para dejar en pausa una serie de proyectos musicales y artísticos que merecen ser terminados, y sobre todo, esa nueva entrega de la historia de su vida, en la que contará en detalle, por ejemplo, cómo fue su encuentro con el gran David Byrne, un hito importante en su carrera que la internacionalizó. “No es una cosa tan simple pensar que un señor un día agarre y diga: quiero trabajar con esa cantante. Yo tenía que defenderme en el escenario y estar a la altura.

La gente no sabe a los lugares a los que he llevado nuestra música y eso quiero que se sepa. Que lo que he conseguido no ha sido nada fácil”. Susana Baca es dulce, pero directa, tierna, pero enérgica cuando tiene que serlo, así nos respondió sobre ese momento de su vida que aún le falta detallar. Mientras, eso sucede, solo queda la música que siempre será sanadora para enviarle como mensaje y bendición, y qué mejor que citando a Natalia Lafourcade y su “María la curandera”: “Que se vuelvan polvo, que se vuelvan polvo todos los dolores,  que los queme el fuego, que los queme el fuego y vengan nuevas flores”.