Mucho se ha escrito sobre la designación del congresista Guido Bellido como PCM y sobre la conformación de su gabinete de ministros. Imposibilitado a formar parte de las Comisiones de Defensa y de Inteligencia del Congreso de la República, conforme a su reglamento, por tener abierta una investigación fiscal por apología al terrorismo, no ha sido impedimento para que el presidente Castillo le confíe el cargo más importante del gobierno, después del suyo.
El rosario de cuestionamientos que surgieron inmediatamente contra varios de los ministros son de terror si observamos sus antecedentes (exguerrillero el ministro de RR.EE; suboficial PNP pasado a situación de disponibilidad por medida disciplinaria el ministro de Defensa) o su experticia para el desempeño de tan alto cargo en el sector (ser acreedor de multas de tránsito, el ministro de Transportes y Comunicaciones, o haber sido sancionado por inasistencia a su trabajo, el ministro de Trabajo). Todo ello ha motivado un generalizado pedido de renuncia de los ministros cuestionados y del propio PCM, calificándolo como un gabinete insostenible, más cerca a que el Congreso le niegue la confianza en la investidura, a que se la otorgue.
Yerran los que atribuyen la precariedad de este gobierno a la deficiente conformación de este primer gabinete de ministros, porque implicaría falazmente que la renuncia de los cuestionados y una mejor selección de sus sustitutos aliviará la crisis. Lo que falla no es el gabinete. Lo que falla es el gobierno mismo -proclamado por un JNE sumamente cuestionado por su parcialidad en contra de la candidata opositora al impartir justicia electoral-, que ha juramentado por una “nueva Constitución” y no por la que nos rige, y que despacha asuntos de Estado sin agenda programada y en medio del secretismo. En suma, por ponernos al borde del abismo al pretender imponer al país una asamblea constituyente.
No estamos ante un gabinete insostenible. Estamos ante un gobierno insostenible.