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Mientras escribo estas líneas, veo –por primera vez en mi vida– una realidad en la que no sé si el Perú en el que las redacto es el mismo Perú en el que ustedes las leen.

Estamos frente a un panorama demasiado engorroso por todos los flancos... de polarización, de intolerancia y de caos. Peor aún: los expertos tampoco logran ponerse de acuerdo. ¿Qué es constitucional y qué no? Tenemos renombrados constitucionalistas con opiniones radicalmente diferentes. Para unos, los pasos que viene tomando el Ejecutivo se insertan dentro del marco constitucional. Otros son de la opinión que implican claras infracciones al mismo.

Estamos sumergidos en una incertidumbre monstruosa, en donde terminamos defendiendo lo que nosotros pensamos, pero sin saber verdaderamente qué es válido o no dentro del marco de la ley. En otras palabras: piensa lo que quieras y encontrarás a algún constitucionalista que defienda tu argumento.

Tenemos, entonces, la receta perfecta para el desasosiego. Todos tenemos la firme convicción de que tenemos la razón. Pero nadie sabe, en realidad, absolutamente nada.

¿Quiénes se ven perjudicados? Todos. Los candidatos para ser magistrados del TC, muchos de trayectoria impecable, se ven hundidos en el núcleo de un embrollo político nefasto. El resto de peruanos –tú y yo incluidos– tenemos que seguir haciendo nuestras vidas mientras la posibilidad de la estabilidad política se aleja cada día más.

Mientras tanto, la guerra de desgaste entre el Ejecutivo y el Legislativo paraliza la política, y todo aquello que a la política compete. Solo la política se puede dar el lujo de entumecerse mientras el resto del país debe seguir funcionando.

Hoy no tengo respuestas. Solo preguntas. ¿Cómo recogerá la historia este quinquenio? Mejor dicho: ¿cómo acabará la semana? ¿Persistirá el sistema republicano? Y si es así, ¿según quién? No sé si tendremos Congreso cuando lean estas líneas. Lo que sí tendremos –hoy, mañana y siempre– es Perú.

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