La entrevista que le dio Pedro Castillo al periodista Fernando del Rincón, en CNN En Español, dejó para la oposición a su gobierno una ventana abierta por la cual filtrar una denuncia constitucional que derivase en una inhabilitación política. Corría entonces enero de 2022 y el chotano tenía ya poco más de 6 meses devastando al país, designando a miserables en el Gabinete, negociando oscuras licitaciones, licitando los ascensos en las fuerzas del orden, vendiendo puestos públicos y atropellando la dignidad del cargo con un sinfín de fechorías de alto y bajo calibre. En ese maremágnum de estropicios, a un grupo de abogados liderados por Lourdes Flores Nano no se le ocurrió mejor idea que tramitar una denuncia constitucional contra Castillo en el Congreso. Con base en la entrevista a Del Rincón, el recurso buscaba acusar al futuro golpista por traición a la patria pues había señalado en la vergonzosa conversación con el periodista mexicano que “le consultaré al pueblo” si se le puede otorgar una salida al mar a Bolivia. Todo acabó mal en esa intentona jurídica. Luego que la Subcomisión de Acusaciones Constitucionales recomendara inhabilitar al profesor por 5 años, el TC aceptó el hábeas corpus que presentó su defensa y envió todo al archivo de las bajas intenciones. Algo similar o quizá peor ocurre ahora con Dina Boluarte y la supuesta ausencia por 12 días para someterse a una rinoplastía sin dar aviso -¿a quién?- dejando acéfalo el cargo más importante del país. La acusación es tan débil que su punto más sólido es que la presidenta estuvo un par de horas bajo los efectos de una anestesia general. ¿Tiene base? En el Perú puede ocurrir cualquier cosa, ya nada puede ni debe sorprendernos, pero esta vocación por hacer el ridículo traspasa toda lógica y ecuanimidad. Es la desesperación hecha objetivo. Es probable que Boluarte merezca ser vacada, pero sería bueno primero que ello se justifique con una incapacidad moral real y no con un Rolex de fantasía.