La frase que Lampedusa nos dejó en su Gatopardo (“si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”) tiene que haber sido pensada o pronunciada en estas últimas horas en el escenario de Palacio de Gobierno. En todo caso, la frase de marras ha sido ejecutada en forma de relevo ministerial. No nos engañemos. Los ministros del gobierno son extensiones, instrumentos de lo que deciden el Presidente y su esposa, y un cambio en los rostros no implica mudar el discurso o la forma en que hace política el humalismo.

Y lo cierto es que la forma en que hace política el humalismo acaba de comprobarse a través de una extensión peligrosa de la pareja presidencial, el exministro Urresti, el portavoz que el Jano humalista ha escogido como herencia. Urresti, desde que existe políticamente, ha aprovechado cada instante de protagonismo que los medios le han otorgado para ensayar un discurso de odio político, de confrontación y enfrentamiento, de polarización al mejor estilo chavista. Recuerdo, no puedo evitarlo, el tiempo en que nuestra progresía afirmaba que PPK polarizaría al país hasta extremos insoportables. Este fue uno de los argumentos que los caviares utilizaron para someterse al juramento de San Marcos. Pues bien, el humalismo busca, conscientemente, la polarización del país hasta extremos chavistas al apostar por Urresti como abanderado de su discurso público. El humalismo, que empezó como un nacionalismo filo-chavista, gracias a Urresti, va a finalizar su mandato como un chavismo clásico de sabor nacional.

Solo el romanticismo o el cinismo político pueden sostener que el gobierno tiende la mano a la oposición mientras se insulta a sus principales líderes. A estas alturas, sería bueno recordarle al Gobierno que hay leyes del sentido común que tristemente se cumplen: si polarización buscas, polarización habrás de tener.