El pasado 9 de enero la Asociación Veteranos, ONG que difunde hechos relevantes de la historia y trayectoria profesional de las Fuerzas Armadas, nos ha recordado el asesinato del general de división Enrique López Albújar Trint a manos de delincuentes del grupo terrorista MRTA, cuyos perpetradores, para ignominia de la patria, gozan de libertad.

Este hecho trágico ocurrió el 9 de enero de 1990 y parece haber quedado en el olvido, lo que demuestra cuán poco se valoran los sacrificios de quienes entregaron sus vidas para que reine la paz en el Perú.

López Albújar fue un prestigioso profesional cuyas cualidades personales, tal como me lo comentó recientemente un vicealmirante que sirvió bajo sus órdenes en los 70, hacían de él un notable líder y un ejemplo para las Fuerzas Armadas. Ejerció la Comandancia General del Ejército en 1987 y fue el primer ministro de Defensa en ese mismo año. Fue hijo del escritor indigenista Enrique López Albújar, autor, entre otras importantes obras, de la célebre novela Matalaché.

Don Enrique, chiclayano como su padre, nació en 1930 e ingresó a la Escuela Militar de Chorrillos en 1949. Se graduó como alférez de caballería y espada de honor de su promoción en diciembre de 1953. El día del abominable crimen, se hallaba retirado de la función pública y se desplazaba libremente por la ciudad. Fue acribillado cobardemente –como solían hacer aquellos criminales ideologizados– sin tener oportunidad de defenderse.

Terrible la imagen que después se difundiría de la escena del crimen. Recuerdo los titulares y las condenas de las autoridades de la época, y también recuerdo muy bien que hasta ahí se llegó, tal como solía suceder por aquellos años con hechos como el mencionado.

El señor general López Albújar combatió al terrorismo y dictó medidas importantes que permitieron a las FF.AA, darle duros golpes.

Finalmente, deseo hacer un modesto homenaje a tan ilustre soldado de la patria y héroe de la Pacificación Nacional cuya sangre no fue derramada en vano, puesto que el país venció militarmente a la horda criminal terrorista, y lo mismo a su familia, imaginando que después de 34 años de aquel vil asesinato, aún lo llora.