Más de 39 millones de colombianos -la población total llega a 51- hoy votarán de manera voluntaria en todo el país para elegir al presidente cafetero de los próximos 4 años. Salvo una sorpresa electoral, creo que habrá segunda vuelta para el 19 de junio. El candidato más expectante, el exalcalde de Bogotá, Gustavo Petro, de las canteras de la izquierda colombiana, aparece como favorito con 42% de las preferencias para pasar sin mayores contratiempos al segundo y definitivo escrutinio.

Lo que no sabemos es qué candidato disputará con Petro la eventual votación definitiva de junio y allí sí nos asalta la ansiedad como analistas pues por las encuestas, Federico Gutiérrez, el candidato de la derecha colombiana, se ha mantenido con cerca de 25%  o 26% sin aparente mayor crecimiento, y de otro, Rodolfo Hernández, el candidato atípico u outsider que venía de contar un poco más del 10% de las aceptaciones ciudadanas, ha tenido un vertiginoso crecimiento en las últimas semanas que para muchos habría alcanzado o hasta sobrepasado a Fico Gutiérrez.  Es verdad que las encuestas sirven para contar una idea básica sobre resultados, pero también lo es que aquellas realizadas con imparcialidad, deben ingresar en el rigor de campo para calcular dichos resultados. Así, los escenarios en una segunda vuelta darían ganador a Petro y ese resultado no debería sorprender.

El proceso ascendente del exguerrillero colombiano es incuestionable. Esta es la tercera postulación a la presidencia de su país y hace 4 años sorprendió inquietando al núcleo duro de la derecha colombiana. Petro viene de solamente crecer en los últimos años de su participación política por lo que pareciera que estaría llegando el momento para los sectores de la izquierda colombiana en el poder político nacional que nunca tuvieron como ha pasado a Perú y a Chile, recientemente, y su explicación está en la ciclicidad de la ciencia de las relaciones internacionales, es decir, en que el control del poder suele alternarse, aunque a veces con letargo, entre tendencias ideológicas antagónicas.

Mirando los procesos políticos desde la academia -objetivamente y sin prejuicios-, sería mezquino desconocer que un gobierno de izquierda colombiano será un idóneo escenario para las relaciones bilaterales con el de Perú, también de izquierda, si rentabilizamos la eficacia científica de las afinidades políticas. Veremos qué pasa.