A falta de un resultado oficial del proceso electoral de segunda vuelta, lo único que se tiene claro -y desde antes de la segunda vuelta- es que el país está partido en dos y quien asuma las riendas del Perú tendrá un trabajo arduo para lograr unirnos.
Los reclamos de ambos lados son válidos y la próxima autoridad deberá encontrar un punto medio que permita mantener el modelo, pero que también logre que más peruanos se sientan parte del país y dejen atrás la postergación en la que estuvieron inmersos durante las últimas décadas.
Pero el primer paso es la reconciliación. La campaña electoral estuvo plagada de ataques de ambos lados y prueba de ello es la incertidumbre respecto al conteo de votos. Una facción considera que la otra quiere quitarle un triunfo obtenido en buena lid, mientras que la otra cree que la primera se alzó con las preferencias gracias a acciones controversiales.
Lo único que queda claro es que quien asuma la presidencia no gobernará dos países y bien harían ambos postulantes en dejar las acusaciones mutuas de fraude electoral y, llegado el fin del conteo, quien pierda deberá saludar al ganador e interponer sus buenos oficios para sacar adelante al país. El Perú somos todos.