Lo visto en los últimos días hace pensar que el gobierno de Pedro Castillo se encuentra cercado y en etapa terminal, ahora que los colaboradores eficaces y quienes aspiran a serlo han empezado a hablar y a lanzar misiles a la línea de flotación del propio mandatario, a quien el Ministerio Público, en un acto que lo reivindica luego de épocas de oscuridad que en su momento tendrán que ser explicadas, ha decidido investigarlo no a partir de julio del 2026, sino ahora, ante los escandaloso indicios que van surgiendo.
Por ejemplo, la presunta entrega de dinero al mandatario de parte del empresario Zamir Villaverde a través del exministro Juan Silva, es una aspecto que sin duda va a traer cola, así como el contenido de los audios que guarda el también asaltante de restaurantes y que Willax ha comenzado a difundir. Lo de Karelim López ya lo sabemos y falta lo que tenga que decir el impresentable de Bruno Pacheco. Todo apunta al mandatario, el hombre que a muchos vendió el cuento del hombre “humilde” y “honesto”.
Pero el que está en serios problemas no solo es el mandatario, sino también la vicepresidenta Dina Boluarte, quien según la Constitución debería relevarlo en el cargo una vez que el jefe de Estado caiga. La señora está con un pie afuera luego que se supo a través de la Contraloría, que siendo ministra hizo gestiones como directiva de un club departamental, algo que está prohibido. Su inhabilitación para ejercer cualquier cargo público sería cuestión de semanas. La infracción a la Carta Magna es irrefutable.
Dicho esto, tenemos a Castillo y a Boluarte en serios problemas, por lo que desde el Congreso ya deberían ir pensando en elegir a una Mesa Directiva con un presidente que esté en condiciones de convertirse en el mandatario de transición, lleve las riendas del país por un tiempo de manera responsable y alturada –no como lo hace actualmente el profesor– , convoque a elecciones limpias y transparentes, y entregue la banda a quien sea elegido como el nuevo jefe de Estado.
Con la caída de Castillo, Boluarte y toda esta gente que por desgracia llegó al poder en una coyuntura crítica, no se acaba el Perú. Pensemos en el día siguiente del fin del régimen del lápiz. A partir de ese momento será necesario conducir el gobierno con responsabilidad y sin mezquindad de ninguna fuerza política o caudillo que quiera llevarse una parcela de poder o figuración. Es momento de un acuerdo político entre los grupos democráticos, para salir de este trance tan dramático.