Desde el día uno estaba claro que el ministro de Transportes y Comunicaciones, Juan Francisco Silva, jamás debió ocupar ese cargo o que en todo caso tuvo que ser expectorado junto con Guido Bellido e Iber Maraví. Las alertas se dieron apenas se conoció su nula experiencia en el sector y se confirmaron una vez que comenzó a nombrar a impresentables y buenos para nada en las diferentes direcciones de este sector que maneja un presupuesto millonario para obras.
Ahora el inamovible ministro Silva, director de un colegio de Puente Piedra y propietario de una combi pirata, está dispuesto a traerse abajo los esfuerzos que se hacen para llevar a cabo la soñada reforma del transporte. El objetivo es mantener en las pistas a desadaptados del volante que todos los días ponen en riesgo la vida de miles de peruanos, que son precisamente los más pobres que no tienen auto particular o dinero para viajar a provincias en avión.
La gestión de este caballero está centrada netamente en favorecer a los malos empresarios y choferes, cuyos vehículos hace rato deberían estar fuera de las pistas, en lugar de proteger a los usuarios que se juegan la vida cada vez que suben a algunas de las terroríficas unidades de Orión o El Chosicano, a las que además se busca librar de las papeletas que les han puesto por los desmadres que hacen en las pistas. Allí tienen al “gobierno del pueblo”.
Esta metida de mano a la Autoridad de Transporte Urbano para Lima y Callao (ATU) y a la Superintendencia de Transporte Terrestre de Personas, Carga y Mercancías (Sutran) no debería sorprender a nadie. El propio Castillo anunció durante la campaña lo que se venía. Estamos en el reino de la informalidad por culpa de este gobierno que más parece una combi pirata y destartalada, y con chofer sin brevete, que avanza sin rumbo y llevándose de encuentro todo lo positivo que pueda haber.
Los bolsillos de “oriones” y “chosicanos” no pueden estar por encima de la vida de los peruanos. Sin embargo, en el gobierno del lápiz no piensan así. Ya lo saben, señores, cuando vean a un salvaje del volante metiendo la combi sobre un paradero, pasándose la luz roja, haciendo carrera con otra unidad para ganar dos soles más, agarrando a patadas a un inspector de transporte a fin de evitar una papeleta y dejando muertos regados en las pistas, la culpa será del presidente Castillo y del ministro Silva.