GF Default - Imported ANS Video id=8fad72e5-655c-428e-943a-9ce73bbf09d3
GF Default - Imported ANS Video id=8fad72e5-655c-428e-943a-9ce73bbf09d3

El presidente electo de Brasil, el ultraderechista Jair Bolsonaro, y todos aquellos a los que hemos visto a través de los medios celebrando en las calles su triunfo en el gigante de Sudamérica, deben estar muy agradecidos con el detenido Lula da Silva y con todos esos mafiosos del Partido de los Trabajadores (PT) y de las constructoras corruptoras protagonistas del caso “Lava Jato”, que por acá ha salpicado a gran parte de la clase política.

El exmilitar Bolsonaro no existiría en este momento si no fuera por el nivel de corrupción alcanzado por el gobierno “progre” de Lula y su sucesora Dilma Rousseff, que han motivado un hartazgo tan grande en la ciudadanía del vecino país, que ahora esta se ha ido al otro extremo y ha dado su respaldo en las urnas a un ultraderechista que sacó más de diez puntos porcentuales de ventaja a Fernando Haddad, del PT.

A la mayoría de los brasileños le ha importado un pepino el “Hambre Cero” de Lula, la “justicia social”, la “sociedad igualitaria” y todos esos discursos de la izquierda con el que el PT se lanzó a saquear ese país -donde uno de cada cuatro ciudadanos vive por debajo de la línea de pobreza-, y que tuvo el descaro de pretender que su encarcelado fundador -o cabecilla-, condenado a 12 años de cárcel, sea candidato presidencial.

Que Bolsonaro es “facho”, homofóbico, racista y que hay dudas sobre sus credenciales democráticas es cierto. Pero el que haya ganado es el precio de las corruptelas del PT, aliado de esas izquierdas que aún mandan en Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia, y que acá en el Perú tienen amigos que en los años de gloria disfrutaron de las mieles de las remesas que el PT y Odebrecht les enviaban para hacer campaña y, claro, también para otros gastos. Ollanta Humala sabe muy bien de esto.

La elección de este personaje es un duro golpe a la izquierda, que con toda seguridad jamás hará un mea culpa, sino que se dedicará a criticar al nuevo régimen de Brasilia desde el balcón inmaculado de la “reserva moral”, como si Hugo Chávez, Nicolás Maduro, los Castro, Daniel Ortega y sus demás “compañeros de ruta” jamás hubiesen incurrido en abusos, maltratos y actitudes antidemocráticas que siempre deben ser condenadas, vengan de la derecha o del otro lado.