Según el adagio popular, la guerra avisada, no mata gente, mata a coj.... Y, los hechos demostraron que en eso se convirtieron muchos connacionales que –teniendo los malos ejemplos de Cuba, Nicaragua y Venezuela– permitieron que el país se deteriore. Y si, por esos cuantos millones y la complicidad de varios medios de comunicación –que insultan a la noble profesión– tuvimos la desdicha de tener a un presidente incapaz, ahora no debemos quedarnos indiferentes observando que nuestro Perú pueda seguir el camino a la anomia y el caos.

Es evidente que la inseguridad ciudadana sigue agravándose, pese a las declaratorias de emergencia, dejándonos como resultado que –particularmente en Lima– sea difícil encontrar un distrito libre de delitos contra el cuerpo, la vida, y el patrimonio, a tal grado que, incluso recientemente, simples criminales despojaron de sus armas a los agentes policiales encargados de dar protección al hijo de la presidenta.

Siendo optimistas, en caso que se logre capturar a los facinerosos que acechan nuestras ciudades, y detener a otros de “cuello y corbata” que impunemente siguen libres bajo el amparo de un sistema lento, inclusive sometido a la influencia del directivo de una ONG, que se dio el lujo de suspender una intervención fiscal en su contra, ¿adónde recluirán a tanto indeseable?

No sirven expresiones tales como “estamos tomando medidas”, tampoco planes o disposiciones que no tengan resultados efectivos para restaurar la seguridad con la participación plena de la sociedad, prensa incluida. Todo lo demás, es silencio.