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Luego de la muerte del expresidente Alan García se ha acentuado la polarización política en nuestro país. Por un lado, están los que gritan desaforadamente que el Gobierno, la Fiscalía y hasta la prensa son responsables del suicidio del líder aprista. Por el otro, están los que se solazan con este trágico hecho. Ni lo uno ni lo otro. El Perú pide en estos momentos seriedad y responsabilidad.

Indudablemente, en estos casos, el apasionamiento no suma. Por supuesto, en política hay adversarios y opositores, pero nunca debe haber enemigos irreconciliables, llenos de odio. Ya habrá otro momento para hacer una evaluación equilibrada de la vida política de Alan García, quien siempre estuvo en la mirada de todo el país por su accionar.

Uno de los líderes apristas y amigo de Alan García desde la juventud, Carlos Roca, fue uno de los más lúcidos en momentos que el fervor se desbordaba en la Casa del Pueblo. “En lugar de buscar culpables por su muerte, es necesario pensar en hacer un mejor partido y no tener más funcionarios que caigan en la coima y la corrupción”, dijo. “No hay que aprovechar la muerte de Alan García para suscitar odios en el Perú”, añadió.

De eso se trata. Hacer política no es odiar al otro, es integrarse, buscar los puntos de coincidencia para construir. Las buenas señales para forjar un mejor país deben pasar por el entendimiento y no por la división.

Se comprende la pasión que existe por determinadas ideas políticas y por adhesiones a algunos liderazgos, pero esto no debe llevarnos al encono y la confrontación irracional, donde uno se cree facultado a decir cualquier cosa.

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