Tal vez parezca extraño que en medio de una de las tragedias más grandes que enfrenta nuestro país y la humanidad entera, estemos preocupados por ofrecer un instrumento actualizado sobre Educación. Pero no debiéramos olvidar jamás que, más allá del dolor, la incertidumbre y el hambre en muchos casos, la vida continúa y al final habrá de triunfar.

El país hizo un esfuerzo oficial y público desde el año 2007 para movilizar sus esfuerzos educativos bajo la orientación de un Proyecto Educativo Nacional – PEN con horizonte en el año 2021. Bastantes logros ha habido felizmente, pero mucho es lo que no se supo hacer o se planteó de forma inadecuada; también hubo bastante que se hizo mal.

Si me preguntaran si le sirvió de algo al Perú tener un PEN, responderé categóricamente que sí partiendo de que tener objetivos o propósitos por alcanzar -más allá de un período de gobierno- permite y aún obliga a los gobiernos sucesivos a seguir haciendo y mejorando lo que los anteriores lograron. Eso es continuidad. Para no seguir siendo un país que hace y deshace con inmensa facilidad; que no sabe aprovechar lo que otros hicieron bien antes y ya sea por celos, por mezquindad o por el “complejo de Adán” creen que con ellos comienza la historia.

Por eso, buscando aprender de lo anterior para mejorarlo, sin proponer ningún “borrón y cuenta nueva”, el Consejo Nacional de Educación cumple con su razón de ser y ha entregado al país el PEN-2036, considerando en él lo que nos hace falta, lo que debemos y podemos conseguir si somos tenaces. Porque el Perú lo requiere, porque nuestros hijos y nietos lo merecen, porque en y con ellos triunfará la vida.