Vengo de Trujillo, la ciudad denominada cuna del aprismo, donde la sombra de Haya aparecía en cuanta elección electoral se presentase. Hoy se ha esfumado. Ha vuelvo a morir, con más pena que gloria.

Culpan a Alan García de la extinción del aprismo, un partido que nació rebelde, que se hizo fuerte ante la persecución de Sánchez Cerro y el derramamiento de sangre en 1932. ¿Qué será de los mártires de Chan Chan?

Que el aprismo haya sucumbido a la corrupción interna revela la decadencia de los partidos tradicionales. Hoy hablamos de organizaciones criminales, en vez de doctrina. Hoy hablamos de mafias, en lugar de disciplina.

El aprismo es la luz de Haya que yace en el cementerio Miraflores. ¿Acaso no hay mejor estado que el deceso para alcanzar la inmortalidad? Tal vez deban refundar el partido o seguir para delante. Total, no hay dignos herederos de los Sánchez o los Townsend, sino de los Elías y compañía.

Si García cometió actos deleznables es porque el gentío de la estrella se lo permitía. Vivían cómodos en la inmundicia, como hediondos porcinos en el fango. ¿Y los restos del Apra rebelde de De la Puente? Esa mística fue comprada con ministerios para la cúpula y puestos mediocres para los franeleros.

Griten, compañeros: ¡A más calumnias, más aprismo! ¡A más robos, más aprismo! ¡A más mafiosos, más aprismo! ¿Les quedará un poco de vergüenza? ¿Seguirán convocando a Haya? Solo el tiempo y las rejas lo dirán.