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A una hora y media en carro del distrito de Urubamba, en Cusco, subiendo al lado del río Huarocondo, se llega a la comunidad campesina de Socma. Desde ese punto, caminando un par de horas más por un camino que utilizan los que viven por ahí y trabajan la tierra del área, sobre una catarata de unos 80 metros de caída, está el sitio arqueológico de Perolniyoc.

El lugar no es mencionado en la gran mayoría de páginas y guías turísticas. Es un sitio muy poco visitado, pero es extraordinario, no solo por su arquitectura y su ubicación estratégica, sino por la vista incontrastable que se tiene desde sus terrazas.

Mi comentario, sin embargo, surge por lo que pude ver ahí en una reciente visita: el trabajo de un grupo de artesanos, arqueólogos y restauradores de la Dirección de Cultura del Cusco que, durante los últimos tres años, vienen poniendo en valor este patrimonio. Su sigilosa labor está tan bien pensada, que utilizan las mismas técnicas que los incas usaron cinco siglos atrás. Lo hacen con cariño, conscientes de que están recuperando nuestra historia.

Como ellos, hay muchos que son héroes silenciosos que dedican su vida, desde el Estado, a construir el Perú del cual sentirnos más orgullosos. Puede ser un maestro, un ingeniero o un arqueólogo. Son ellos los que hacen el verdadero cambio, tan lejos de las mezquindades, censuras e interpelaciones de la capital. 

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