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Para nadie es un secreto que la señora Hillary Clinton busca llegar a la Casa Blanca desde hace ya buen tiempo. Ex primera Dama y ex secretaria de Estado, la demócrata acaba de recibir el espaldarazo del presidente de los EE.UU., Barack Obama, su antiguo rival en las primarias de 2008 y ahora convertido en uno de los hombres claves para promover su triunfo electoral en las elecciones del mes de noviembre. Clinton ha ganado experiencia y eso es importante. Su proclamación será en el marco de la Convención Nacional de julio próximo. Doy por descontado que Bernie Sanders, el otro precandidato demócrata que le ha seguido los pasos en todo momento de la campaña, terminará coadyuvando al único frente de su partido para consolidar la unidad que se va a necesitar, a fin de derrotar al republicano Donald Trump, virtual candidato de su partido para las presidenciales.

Clinton deberá recurrir a un discurso diferenciador en la forma y en el fondo frente al excéntrico magnate neoyorquino. En efecto, la virtual candidata tendrá que convencer a los millones de estadounidenses que el país necesita un gobernante coherente, conciliador y racional, virtudes que no precisamente están presentes en Trump, quien ha destacado por su polémico discurso mayoritariamente censurado. La idea demócrata es afirmarse en el control del Ejecutivo por 4 años más, con lo cual podrían lograr un monopolio del poder por cerca de 12 años, lo que sería un duro golpe para los ansiosos republicanos, que no lo alcanzan desde la era de los Bush. Es probable que Trump insista en el punto débil de Hillary, asociado al uso de su correo electrónico personal para cuestiones de Estado, un asunto que no ha sido bien visto en el país. Deberá cuidarse de Trump, que hará cualquier cosa para vencerla.

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