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Lima se convirtió ayer en una ciudad surrealista al ser tomada por miles de colectiveros informales que, luego de haber venido haciendo lo que les ha dado la gana en las pistas, ahora reclaman al Gobierno la emisión de un decreto de urgencia que les permita ser formales. Como medio de protesta, en las últimas horas han atacado vehículos públicos y privados, bloqueado vías y afectado el libre desplazamiento de los ciudadanos.

Situaciones como estas no se pueden permitir. El servicio de “taxi colectivo” que hemos venido denunciando en nuestras páginas y esta columna, que en los últimos años se ha adueñado de vías como Javier Prado, Arequipa, La Marina, Túpac Amaru, Panamericana Sur y Norte, es ilegal. Aun así, esta gente ha venido actuando al margen de la ley, pese a las sanciones que en teoría se les ha debido aplicar desde siempre. Ayer se pagó el precio de dejar crecer al monstruo.

A este paso, todos los personajes de la ciudad, que se ganan la vida al margen de la ley, van a comenzar a salir a las calles a exigir su formalización, usando como “método de protesta” otras acciones ilegales como las descritas en el primer párrafo de esta columna. ¿Veremos pronto a los asaltantes con su pancarta? La ilegalidad no se puede imponer a las normas establecidas. La quema de llantas y el ataque de turbas a otras unidades y a los ciudadanos no pueden ganarle al Estado.

Ayer, mientras Lima era tomada por estas personas, que deberían adecuar su trabajo a las leyes vigentes y no tratar de crear unas de acuerdo a su irregular forma de ganarse la vida, la presidenta del Consejo Directivo de la Autoridad del Transporte Urbano para Lima y Callao (ATU), María Jara, ha dicho que no habrá normas a favor de los “taxis colectivos”, ya que la única forma de transportar pasajeros en Lima y Callao es a través de buses formales en rutas autorizadas.

Lo dicho por la señora Jara es positivo, como también será positivo que policías y fiscales actúen con toda la energía que les permite la ley, para sancionar a los vándalos que se han querido imponer a la mala -incluso atacando a pedradas a buses formales, autos privados y transeúntes como sucedió en Chosica-, sobre los intentos que se hacen desde el Estado destinados a acabar con el caos y la informalidad que todos los días cobran vidas.