Podríamos seguir hablando de las agendas de Nadine Heredia, los “narcoindultos” que comprometen el futuro político de Alan García o de si hará o no devolución Pedro Pablo Kuczynski de su pasaporte gringo, pero hay un hecho al que no le estamos dando la importancia que merece: que 17 parlamentarios humalistas (de 18 presentes en una sesión donde se pretendía aprobar una norma para que Petroperú ingrese a explotar el Lote 192 en Loreto), que estos 17, digo, apoyen una iniciativa contraria a su propio gobierno, evidencia un grave deterioro en el liderazgo del presidente Ollanta Humala.

El tema es delicado porque el humalismo perdió el control de la Mesa Directiva y, por tanto, de la agenda del Congreso, lo que quiere decir que si la oposición quisiera ponerle zancadillas al gabinete Cateriano, esta podría hacerlo tranquilamente. ¡Y con los votos de una mayoría en Gana Perú! ¿Así quiere transitar el Gobierno durante los próximos 10 meses?

Los responsables son dos: de un lado la presidenta del partido, que trató a la bancada con la punta del zapato Ferragamo y luego requirió de sus voceros para que la defiendan de múltiples acusaciones. Del otro, un mandatario que exigió obediencia sin dudas ni murmuraciones, y dejó de lado las formas políticas creyendo que así disciplinaba al grupo. Ahora ambos pagan el precio, pero con ellos el país.

Y ojo que no ha sido la primera vez. La derogatoria de la “Ley Pulpín” fue una clarinada de alerta, pero viendo cómo se descompone hoy el oficialismo, uno se pregunta si acaso habrá algún inversionista dispuesto a arriesgar sus capitales en el Perú. Lo más probable es que no lo haya y que esperen hasta después de las elecciones, si acaso. Humala tiene una tarea urgente para los siguientes días: reconstruir su relación con la bancada y comprometer su apoyo durante el tiempo que le resta en el poder. El Presidente no puede quedar pintado, literalmente, en la pared.

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