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Lo que se inició como un rumor empieza a tomar forma. Hace algunos días una importante revista de actualidad política, en un informe sobre los posibles candidatos a la alcaldía de Lima que participarán en las elecciones municipales el próximo 7 de octubre, señaló como uno de los más fuertes de la lista al humorista e imitador Carlos Álvarez, que estaría siendo apoyado por una agrupación política de reciente formación. 

Al parecer, esta versión no es nada antojadiza; la confirmación oficial se daría más temprano que tarde. Pero como aún no se concreta el anuncio, por el momento todo está tranquilo, aún no salen a despellejarse en público ni a jalarse los cabellos ante semejante afrenta. Por si aún no se ha enterado, cada vez que un profesional del arte, la cultura, la música, el teatro o la televisión anuncia su pretensión de postular a un cargo público, zas, empiezan con la cantaleta de “zapatero a tus zapatos”, “no están preparados”, entre otras perlas. Sea Álvarez o cualquier otro. 

Tanto escándalo para reconfirmar que los únicos requisitos que se deben tomar en cuenta para postular a una alcaldía en el Perú es ser ciudadano en ejercicio y tener documento nacional de identidad. De acuerdo con una ley aprobada en el Congreso, se modificó la ley de elecciones regionales y municipales y se eliminó el requisito de residir con tres años de antigüedad en la zona por la que se candidatea. En pocas palabras, no se exige nada más para el cargo, nos guste o no. Y seamos sinceros, pongámomos una mano en el pecho: ¿qué menos mérito tiene un trabajador del arte con respecto a personajes que han llegado con los votos de los ciudadanos y con campañas muy generosas a cargos públicos o al Congreso y que no son precisamente los que merecen los aplausos? Y vayamos más allá: en una época tan difícil, en la que la corrupción, las coimas y el dinero malhabido es asunto de todos los días y tenemos presidentes y funcionarios públicos en la cárcel acusados por diversos delitos, los artistas sí que trabajan duro en este país para salir adelante, y no conocemos algunos que hayan metido mano en los fondos públicos.

En fin, también hay que reconocer que todos los que llegan a ocupar cargos sin la experiencia en gestión deben estar rodeados de un equipo que les permita desarrollar su trabajo con eficiencia, pero no descalificamos a nadie en su intención de trabajar por su país. ¿Por qué negarles esa oportunidad?

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