Todos queremos que los terroristas del Estado Islámico y otros grupos extremistas que operan en Siria, país golpeado por la violencia estructural desde que se inició el conflicto interno hace ya 5 años, sean vencidos. Recordemos que la tregua decidida por EE.UU. y Rusia en ese país dista de las acciones militares del gobierno contra los fundamentalistas que no son parte del conflicto. O sea, la tregua es entre el gobierno y los rebeldes opositores al régimen de Bashar al-Assad, lo que excluye en todo momento a los referidos terroristas; sin embargo, la estrategia oficialista es a todo terreno y de modo indiscriminado y ello resulta condenable en todos sus extremos. Ya no puede haber bombardeos indiscriminados que están causando muertes de inocentes. Alepo, ubicado en la porción septentrional de Siria y sin servicios básicos, está siendo castigado de modo inmisericorde. De acuerdo con el derecho internacional humanitario no existe ninguna justificación para que las fuerzas militares operen en espacios civiles que nada tienen que ver con los actos de combate, sean de origen convencional -que entendemos han cesado por el alto el fuego desde el último fin de semana- o no convencional. En este último caso, es previsible que los referidos grupos extremistas decidan camuflarse entre los civiles y esa es razón suficiente para que las acciones militares no prosperen. Los Convenios de Ginebra de 1949 sobre DI Humanitario están siendo pisoteados. Eso es imperdonable. Todas las vidas humanas deben ser valoradas en su calidad de bien jurídico máximo.

Si el demonio está escondido entre los ángeles no se puede castigar a todos con el infierno. ¿Qué dirá EE.UU.?