La peatonalización del Centro Histórico de Arequipa es una medida necesaria e importante para proteger el patrimonio arquitectónico. Eso no está en discusión, sino la forma como se viene llevando a cabo por parte de nuestras autoridades. Ya conocemos el estilo informal e improvisado del alcalde Alfredo Zegarra, quien si bien ha decidido erradicar el tránsito vehicular del Centro, no ha hecho las cosas bien (para variar) porque no hay un Proyecto Global que permita a los arequipeños entender y asumir los cambios de manera responsable.

Una prueba de ello es que impone la peatonalización sin haber hecho un reglamento de uso de la Plaza de Armas y de las calles aledañas y, claro, la población no entiende de qué se trata. Tampoco hay un plan de concientización para educar al peatón sobre cómo usar el espacio público y que les permita entender por qué debemos proteger el patrimonio. En medio de este caos, el comercio informal tiene ahora un espacio mayor para desenvolverse y cómo no restregárselo en la cara al alcalde. Si no ha sido capaz de erradicar a los ambulantes de la calle Mercaderes, ¿qué se le puede pedir?

El Centro puede convertirse en un espacio vivo y de revalorización del patrimonio si se logra amalgamar las diferentes manifestaciones culturales de Arequipa con el respeto y el cuidado que requiere la ciudad, pero por como van las cosas, nada nos hace pensar que la medida sea exitosa. Una primera víctima de ello ha sido el Festival del Libro, que cedió a la presión de las Agencias de Turismo y al endeble liderazgo del alcalde. Todo mal.