Conversando con unas amigas sobre la situación en Venezuela, una de ellas, venezolana por cierto, describió al gobierno de Maduro con una palabra: “Impunidad”.

Maduro, sucesor de Chávez, pero mucho menos inteligente y atinado, ha pulverizado la economía de uno de los países más ricos del mundo y logrado las colas por arroz, azúcar, papel higiénico y otros de primera necesidad. A pesar de los bajos precios del petróleo, lo que más viene afectando a Venezuela son las caídas en la producción petrolera debido al desmantelamiento de PDVSA y la corrupción allí instalada. Subvencionar a La Habana y a otros países del ALBA ha sido mal negocio y ni siquiera en lo político porque, salvo en la OEA, cada país baila con su pañuelo.

Hoy lo más grave es la inseguridad ciudadana que, basada en la impunidad, tiene aterrada a Venezuela: asesinatos, robos al paso y encarcelamientos sin proceso judicial son el pan de cada día.

Dado el “envalentonamiento” de Maduro se ha instalado la violación sistemática de los derechos humanos que hoy se refleja en la prisión del opositor López, del alcalde Ledezma y, si no hacemos algo pronto, de María Corina Machado, entre otros.

Perú debe hacer lo posible para que Venezuela, por lo menos, respete los derechos humanos de sus ciudadanos. Así como convocamos al UNASUR cuando las elecciones en Venezuela y Maduro se burló de todos, deberíamos liderar una seria protesta ante la OEA y ONU.

Si no lo hacemos es porque no queremos, y ello es inaceptable porque el Presidente representa a la Nación.