Mientras la presidenta Dina Boluarte se prepara para viajar a China, acumulando un gasto de 1.7 millones de soles en viáticos y pasajes tras sus visitas a Brasil, Estados Unidos, Alemania, Italia y El Vaticano, un sondeo de Ipsos Perú revela una creciente desaprobación de su gestión por parte de los empresarios. Un 87% de los gerentes rechazan su administración, un duro golpe considerando que el año pasado la aprobación del empresariado era del 71%.
Este descenso dramático en el apoyo empresarial no es solo un indicador de la desconexión del gobierno con el sector privado, sino también un reflejo de una administración que parece carecer de reflejos. Al igual que un boxeador muy golpeado y desorientado que, después de escuchar la campana, no sabe siquiera cuál es su esquina, el gobierno de Boluarte ha generado una creciente incertidumbre y desconfianza.
La imagen de un gobierno que no tiene claro hacia dónde se dirige es preocupante. La desconfianza no solo afecta a la percepción pública, sino que tiene un impacto más profundo y potencialmente más perjudicial en los sectores clave de la economía. Los CEO y líderes empresariales, cruciales para el desarrollo y crecimiento económico del país, muestran una falta de fe en la capacidad de la presidenta para liderar y gestionar el país de manera efectiva.