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Imagine que usted está en un bus de transporte público e ingresa un hombre con capucha y lentes oscuros, se acerca a una pasajera y comienza a rociarla con gasolina. Este hecho no podría pasar desapercibido para los otros pasajeros, ni para el chofer del bus, pues el penetrante olor despedido por el combustible, sumado a la reacción de la mujer, deberían haber creado una situación absolutamente peculiar. Después de esto, el sujeto mete la mano en su bolsillo, saca una caja de fósforos, enciende un cerillo y procede a iniciar la combustión que quema el 60% del cuerpo de la pobre mujer, mientras que él escapa bajando apresuradamente del bus, sin que nadie lo detenga. Esta es la descripción del horrendo acto perpetrado por Carlos Hualpa en contra de Eyvi Ágreda durante la noche del martes. Cuesta mucho pensar que ninguno de los pasajeros o el chofer no haya podido hacer algo para evitar que Carlos Hualpa prendiera el fuego o evitar que se diera a la fuga. Los pasajeros del bus reaccionaron al hecho cuando ya estaba consumado y las consecuencias eran inevitables.

Esta trágica escena esboza un lamentable reflejo de cómo nuestra sociedad enfrenta la violencia de genero con una colosal indiferencia. Acontecimientos como este último despiertan nuestro rechazo, pero este rechazo lamentablemente no es tan fuerte como para llevarnos a acciones concretas que eviten que estos actos se repitan una y otra vez.

Debemos reconocer que vivimos en una sociedad enferma, que tolera la violencia contra la mujer y que tiene la misma indiferencia que lamentablemente tuvieron los pasajeros del bus, la que se repite en las autoridades y la propia sociedad civil. Mientras esto no cambie, será muy difícil que actos como ese dejen de ocurrir.

Es indudable que un problema tan complejo requerirá de múltiples estrategias para poder ser solucionado, desde la modificación de nuestras leyes hasta el fortalecimiento de las intuiciones encargadas de combatirla. Sin embargo, el cambio profundo vendrá únicamente en la medida que modifiquemos la educación y enseñemos a nuestros niños a respetar a nuestras niñas, y a ambos que la violencia de género es una conducta inadmisible en una sociedad digna.