Para nadie es un secreto que prácticamente toda la hoja de coca que se produce en el VRAEM va al narcotráfico y que la cocaína que con ella se produce va hacia Bolivia -curioso destino- desde donde sale hacia Estados Unidos y Europa. Todas las avionetas que la Fuerzas Armadas y la Policía Nacional han neutralizado en el VRAEM y sus alrededores, tienen matricula y bandera boliviana y la famosa matricula CP.
Menciono ese hermano país porque, tomando modelos similares, en el Perú se ha vuelto a poner en el debate la “industrialización” de la hoja de coca. Sin embargo, poco o nada se ha dicho sobre la viabilidad de una idea que hasta sonaría interesante, de no ser porque se encuentra totalmente alejada de la realidad y así lo saben sus propios defensores. Como también saben que entre los años 2016 y 2020 los cultivos de hoja de coca pasaron de 43 mil a 88 mil hectáreas, de las cuales el 90% se destina a la producción de cocaína, la misma que en dicho período se ha incrementado de 325 a 810 toneladas. Solo el 10% de los cultivos van al chacchado y otros derivados, ¿a alguien se le ocurre que esa proporción va a disminuir? A nadie.
Las cifras hablan por sí mismas: la hoja de coca siempre termina en el tráfico ilícito de drogas. Decir que se va a industrializar la coca es un engaño perverso y hasta delictivo. Lo más preocupante es que esta idea, que hasta hace poco era defendida por cocaleros y algunos pseudo especialistas que nunca faltan, hoy es promovida por algunas autoridades.
El descabezamiento -en el peor momento- de Devida, que es justamente la organización encargada de diseñar y conducir la estrategia nacional de lucha contra las drogas no es un tiro al aire, sino parte de una estrategia muy peligrosa.
Hoy más que nunca necesitamos una Devida fortalecida que canalice fondos de cooperación internacional y multiplique los esfuerzos para la sustitución de hoja de coca.
El Estado debe centrar sus esfuerzos en promover desarrollo y seguridad, vías, agua y desagüe, colegios y hospitales. La salida no es fomentar más sembríos que no tengan nichos de producción legal y que inexorablemente irán al narcotráfico y a su perverso esquema de violencia y muerte en esa zona tan golpeada de nuestro país.