Fue ilustrativo regresar a Lima por la Panamericana Sur el mismo día en que se transmitían dos noticias aparentemente inconexas. Un accidente de carretera que dejaba una veintena de muertos y la inauguración de la Cumbre Empresarial de la Alianza del Pacífico (CEAP) con unos 500 líderes empresariales previa a la X Cumbre Presidencial de la Alianza, que está priorizando, felizmente, la construcción de infraestructura en los cuatro países miembros. La radio interrogaba a especialistas del sector salud que enfocaban el problema desde la perspectiva de nuestra limitada capacidad hospitalaria para atender heridos.

Conduciendo por una de las pocas y colapsadas autopistas que tiene la Panamericana, vi con claridad que nuestro tremendo déficit de infraestructura vial es la causa principal de que los accidentes de tránsito se multipliquen día a día por todo el Perú. Sin embargo, es notorio que no se incida suficientemente en esa evidente relación causal.

Datos. El promedio anual de muertes por accidentes de tránsito afectó a casi cuatro mil peruanos el año pasado.- Solo en Lima, la brecha deficitaria de infraestructura vial y de transportes se ha calculado en US$50,000 millones (fuente: PLAM).- A nivel nacional, publicaciones de AFIN estiman la brecha en US$80,000 millones, equivalentes al 40% del PBI.- Según Provías Nacional, de un total de 24,235 km de carreteras departamentales, solo 2340 km están asfaltados. ¿No es evidente entonces que esta es la causa principal del geométrico incremento de accidentes en un país donde se conduce en forma salvaje? ¿Podemos esperar décadas para cerrar este macro déficit mediante recursos presupuestales que resultan exiguos para la magnitud de un problema tan dramático? ¿No es una situación incompatible con nuestros planes para acceder a la OECD?

Sin embargo, no se percibe urgencia en el tratamiento gubernamental de esta problemática, agravada por la tramitología y la insuficiencia de recursos fiscales. Por ello tiene enorme importancia que la infraestructura haya sido creativamente priorizada en las reuniones de la Alianza del Pacífico en Paracas. La convergencia del brillante trabajo previo de los Ministros de Economía (que les ha merecido la constitución de un Consejo especial), la CEAP (al más alto nivel empresarial) y la Cumbre Presidencial (con su envidiable capacidad decisoria) han ido más allá de las expectativas cifradas en la Alianza. Como lo demuestra el violento despegue de varios países asiáticos, la infraestructura es un factor que reduce desigualdades sociales, genera bienestar y dinamiza el desarrollo económico.

El Anexo 2 de la Declaración de Paracas establece una fuerte y acertada complementación entre los temas vitales de la Integración Financiera (A) y la Inversión en Infraestructura (B), pues la primera estimulará la participación del capital privado y la gestión empresarial en el financiamiento y ejecución de proyectos que superan la capacidad presupuestal del sector público.

El dinamismo que evidencia la Alianza del Pacífico alienta la esperanza de que estos oportunos acuerdos internacionales nos ayudarán a superar un grave estrangulamiento que desarticula y frena nuestro desarrollo como nación.

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