Mientras Avelino Guillén renunciaba al cargo de ministro del Interior, en La Libertad seguro ocurría otro crimen: solo el año pasado asesinaron a 204 personas en 365 días. Puede ser una guerra entre bandas delincuenciales, pero en medio de ese fuego cruzado está la ciudadanía.

Apenas horas después de que Lima y Callao fueran declaradas en emergencia, Guillén presentó su salida del Ministerio del Interior (Mininter) agobiado por las discrepancias con el comandante general PNP; aunque lo peor haya sido no recibir el respaldo estas historias en nuestra vida política tenemos por doquier. Aquí el verdadero problema no es quién se queda o se va de la entidad que debe velar por la seguridad ciudadana. No. Lo que en realidad está en juego no solo es el honor de un ministro, sino la tranquilidad de la gente.

Si en la Policía hay inseguridad, ¿se imaginan cómo están las calles? Y no podemos echarle la culpa de todo a los policías, que solo cumplen las órdenes. El tema pasa por quienes deben elaborar los planes contra la delincuencia común y el crimen organizado. ¿De qué seguridad hablamos?

El Mininter es uno de los ministerios con menos gasto presupuestal. Y no es que no tenga necesidades logísticas, como la implementación de más tecnología para combatir el crimen, sino que no tiene capacidad de gasto útil: algunos malos oficiales compran sobrevalorado.

Tampoco podemos quedarnos con el estado de emergencia como una solución a la inseguridad ciudadana. Esta medida temporal en parte disuade a la delincuencia por un tiempo, pero la hace migrar a otras ciudades, como ocurrió en el norte del país. Necesitamos planes, no paliativos.