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“Estábamos abandonados; nadie se preocupaba por nosotros”, relataba una sobreviviente de la masiva intoxicación en San José de Ushua, provincia de Páucar del Sara Sara, Ayacucho, luego de ser trasladada al Hospital Arzobispo Loayza de nuestra capital.

Esta evidencia muestra la dramática realidad en los pueblos de nuestro Perú Profundo, donde no existe el apoyo del Estado. En el lugar, donde murieron 10 personas y casi 100 terminaron intoxicados, tras comer y beber en un velorio, solo hay una posta médica atendida por un técnico sanitario. Algunos testigos afirman que se demoraron cerca de 13 horas para atender el primer caso de intoxicación.

“Es una situación espantosa. Si aquí uno se enferma, se muere porque no hay un solo médico”, dijo una pobladora. Es verdad. En San José de Ushua, como en muchos pueblos de nuestro país, están aislados. Sin puestos de salud y sin vías de transporte, se hace imposible resolver cualquier emergencia. Imagínense que el hospital más cercano está ubicado en el distrito de Pauza, a seis horas de San José de Ushua viajando por trocha.

No cabe duda de que existen en el Perú pueblos invisibles para el Estado y muchos están en nuestros andes. No solo el Gobierno central es el responsable; también tiene mucho que ver en esto el gobierno regional. Por ejemplo, durante la gestión del gobernador regional de Ayacucho, Wilfredo Oscorima, se invirtieron 500 millones de soles en un hospital de categoría III-1; pero lamentablemente este no funciona. Por ello, los afectados en la intoxicación tuvieron que ser referidos a Arequipa y a Lima. “El funcionamiento del hospital paralizado por la corrupción de Oscorima pudo haber servido de mucho”, sostuvo el congresista por Ayacucho Humberto Morales.