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Qué susto que nos han dado con los exámenes para elegir a los miembros de la nueva Junta Nacional de Justicia (JNJ), el órgano que reemplaza al tristemente célebre Consejo Nacional de la Magistratura (CNM). De cantidad y de calidad. Que solo aprobaran tres de 104 en un examen “normalito”, nada exigente según los entendidos, ya podríamos remontarnos a la primaria, la comprensión lectora y la ausencia de filtros exigentes cuando llegan a las universidades, en donde un profesor que desaprueba alumnos es mal visto, si es que no lo botan. El negocio es el negocio. También se escucha decir que entre los abogados solo los mejores se dedican al ejercicio libre, en estudios propios o asociados. Y que los que optan por la carrera judicial son los que no dan o no creen dar la talla. Estas profesiones colegiadas a mí no me dan buena espina. ¿Ha visto usted a cada colegio expulsar a sus miembros por malas prácticas? Nunca o casi nunca. Ni que fueran beatificables. Como los congresistas, entre “otorongos” no se comen. Me incluyo, porque respeto y quiero a mis colegas periodistas colegiados, pero nunca sentí la necesidad de tener carné como miembro de la orden. Volviendo al que más sabe entre los concursantes, el de los enemas y las cabrillas, sobre el que resulta interesante remontar a su trayectoria tuitera, conviene recordar, para curarnos en salud, que la palabra y la escritura son las expresiones del pensamiento. Salvo actúes o finjas, te desdobles o tengas esquizofrenia, lo normal es que pienses A, digas A y escribas A. Pero todavía faltan otras etapas del proceso, de manera que puede ser prematuro ponerse nerviosos. En buena hora que se hayan presentado estas circunstancias para que se subraye que el trabajo que se va a agradecer a la comisión no será solo como el de conocimientos. Que la inteligencia o la cantidad de conocimientos no equivale a profesionales en las antípodas de “Los Cuellos Blancos del Puerto”.