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Cuando parece que en el Perú ya no hay más lugar para lo insólito, lo alucinante y lo indignante, siempre aparece algo que nos hace ver que siempre podemos caer más hondo. Ahora tenemos que la terrorista Martha Huatay, (a) camarada “Rosa”, no solo ha salido en libertad a pesar de que tendría mucho que ver con las 25 vidas que se llevó de encuentro el coche bomba que Socorro Popular colocó en la calle Tarata, sino que además está hábil para ejercer su profesión de abogada.

De nada han valido los 25 años de prisión que esta mujer ha tenido que pagar por el gravísimo delito de terrorismo, pues para el Colegio de Abogados de Lima (CAL) y sus reglamentos eso no es impedimento para que esté hábil, siempre y cuando haya pagado sus cuotas mensuales, lo que ha hecho puntualmente en el cuarto de siglo que estuvo tras las rejas, seguro con la intención de salir y seguir defendiendo causas nada santas.

Parece que a los abogados no les interesa que Huatay, como todos los senderistas que pertenecen a su orden, haya irrumpido en la vida de los peruanos a punta de balazo y dinamita para imponerse sobre la legalidad y el Estado de Derecho. El terrorismo es lo absolutamente opuesto al ejercicio de la abogacía, así que resulta insólito que quien estuvo dispuesta a darle un tiro de gracia en la sien a un ser humano, siga con su estrella de siete puntas colgada del pecho con una cinta celeste.

Pero Huatay no es el único caso. Sin ir muy lejos, ahí tenemos al también abogado Alfredo Crespo, defensor legal de Abimael Guzmán y una de las cabezas visibles del llamado Movimiento por Amnistía y Derechos Fundamentales (Movadef), quien pese a haber estado preso 12 años por el delito de terrorismo, sigue ejerciendo su profesión. ¿No existe la inhabilitación por ser o haber sido parte de una banda criminal como Sendero Luminoso?

Al terrorismo no se le pueden dejar espacios abiertos, pues siempre está viendo por dónde meter su inmunda garra que, como notamos, está muy bien posicionada en el CAL, donde habrá que ver qué dicen los buenos abogados de tener como colega a una terrorista como Huatay, cabecilla del grupo que cometió la mayoría de atentados en Lima a inicios de los años 90. No pequemos de legalistas, ya que por actuar así estos criminales casi nos pasan por encima.