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Hubiera sido difícil creer, hace un año, todo lo que se venía en el 2018. El entonces presidente Pedro Pablo Kuczynski acababa de salvarse de un intento de vacancia y parecía que la turbulencia post indulto de Alberto Fujimori se iría disipando con el paso de las semanas. Pero salieron los ilegales negocios de PPK con Odebrecht en sus años como ministro del prófugo Alejandro Toledo y todo colapsó. A los pocos días, Martín Vizcarra era el nuevo jefe de Estado.

Desde entonces, mucha agua ha corrido bajo el puente: Keiko Fujimori está bajo arresto preventivo; Alan García tiene impedimento de salida del país; el Poder Judicial, el Ministerio Público y el Consejo Nacional de la Magistratura (CNM) fueron el epicentro de un terremoto grado 9; el presidente Vizcarra torció la mano al Congreso, manejado por el alicaído fujimorismo; y se viene un grupo de reformas políticas aprobadas vía referéndum.

Ahora esperamos las confesiones de los corruptores exdirectivos de Odebrecht, que prometen remecer a la clase política en este flamante 2019, lo cual está muy bien. Sin embargo, lo que no debemos descuidar es que, más allá de esto y de la popularidad del Presidente, de las pechadas a la oposición, de los fiscales que se han convertido en los ídolos de muchos y de las broncas diarias en las redes sociales, el Perú sufre muchos problemas que deben ser atendidos.

Tenemos una alarmante cifra de feminicidios en el año que se fue, una economía que si bien en el 2018 mostraría una recuperación con respecto al 2017, necesita crecer más para reducir la pobreza. También está la violencia en las calles, la corrupción, la falta de condiciones para recibir a más inmigrantes venezolanos, el caos vehicular, la carencia de salud y educación públicas de calidad, las deficiencias en la reconstrucción del norte y el sistema judicial plagado de corruptos.

El presidente Vizcarra debería centrarse en la verdadera agenda del país, señalada en el párrafo anterior, pues más allá del furor y del bienestar que en todo gobernante causan la popularidad y el ver disminuidos a sus rivales, la calle necesita atención, necesita gestión desde su gobierno. Estamos cada vez más próximos al Bicentenario y habrá que mostrar resultados, los cuales deben ser buscados desde ahora, sin que el ruido de lo efímero cause distracción.

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