A pocos días de que se instale la Asamblea Nacional venezolana, el régimen despótico de Nicolás Maduro se vale de mil tretas para buscar impedir que el poder conseguido en las elecciones parlamentarias del pasado domingo 6 de diciembre se haga realidad. Las prerrogativas de la Asamblea estarán desde el martes 5 de enero en manos de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) y ese es el mayor estrés político de Maduro y de Diosdado Cabello, presidente saliente de la última Asamblea Nacional controlada en la era chavista. Ahora buscan desembarcar a cerca de 10 diputados electos con leguleyadas y grotescas movidas que impidan a la oposición sumar los 112 diputados que les permita tener la mayoría absoluta. El 5 de enero, entonces, comienza a parecerse a aquel memorable 23 de junio de 1789 cuando la Asamblea Nacional francesa, impedida de sesionar por el rey Luis XVI, se alzó de valor y fue instalada en el Salón del Juego de la Pelota, habitualmente utilizado por la monarquía durante los Estados Generales, y ante la advertencia del marqués de Brézé, Gran Maestro de Ceremonias del Rey, para que abandonen la sala inquiriendo: “¡Señores, habéis oído lo que ha mandado el rey!”, los corajudos diputados por supuesto no le hicieron caso y el célebre conde Mirabeau, en nombre de todos, lo replicó con una famosa frase para la historia de la democracia, expresando: “¡Sí, señor mío, hemos oído lo que se ha inspirado al rey!... Pero para ser claro y breve, os digo que si os han encargado echarnos de aquí, habréis de emplear la fuerza, pues solo cederemos ante la fuerza de las bayonetas”. Ese es el valor inconmensurable de una Asamblea Nacional.