La fascinación por las bodas no es algo reciente, no en vano los clásicos cuentos de hadas terminan siempre en fastuosas ceremonias en las que la heroína le da el sí a su príncipe azul y todos viven como suyo ese final feliz. En circunstancias más terrenales, y que aún es motivo de estudio, se puede mencionar los 750 millones de televidentes que en el mundo entero siguieron la boda real entre Diana Spencer y el Princípe Carlos de Inglaterra. Cada año en el mundo, y a nivel local, siempre se buscarán ese tipo de informaciones para el consumo de un público ávido por saber cómo culminan las sonadas historias de amor de personajes mediáticos, aquellos que en el fondo muchos quisieran ser. Y si antes se debía esperar a los medios especializados para buscar las últimas noticias de las celebraciones de los matrimonios soñados, hoy estas se comparten por redes, aumentando la expectativa y el consumo de las historias por Instagram. El dinero, la fama, la belleza de quienes son ese modelo a seguir generará identificación y por eso la popularidad de ese tipo de contenidos. La difusión de esas informaciones forman parte del folclore local, no es nada del otro mundo, pero lo que sí empieza a generar cierto tufillo de clasismo y huachafería es cuando se lleva hasta el hartazgo contenidos en los que se empieza comparar lo que se gasta con lo que supuestamente debe resultar auténtico y de nivel. Validas tu estatus siempre y cuando inviertes todo lo que tienes, y eso se han estado reafirmando en la última semana con una boda muy mediática y que se ha desagranado hasta la exageración. Nadie se espanta por opinar sobre cómo se vistió la novia, los invitados, la fiesta y lo que se comió, lo que sí es de mal gusto es comparar unas fiestas con otras, reafirmando estereotipos que a estas alturas deberían dejarse de lado y donde solo se resalta la apariencia y lo superficial. El amor de las parejas queda a un segundo plano, la alegría por el inicio de una vida en común se queda en el camino, lo que vale es si la fiesta tuvo a la wedding planer de moda, se eligieron las flores más caras o si los bocaditos fueron de los más finos; como si todo eso fuera lo más importante de una ceremonia. Llegar a esos extremos convierte cualquier cobertura en una crónica de mal gusto.