Dichosos fueron mis años universitarios y por eso figurarán perdurables en mi memoria. A través de ellos, conocí a partir de anécdotas curiosas y diálogos sostenidos, historias y documentos que, de otro modo, me hubiera resultado imposible descubrir o mejor dicho -y sin caer en juicios desproporcionados-, me hubiera tardado en descubrir. Uno de estos hallazgos intelectuales fue la carta que envió el historiador y pensador político florentino, Nicolás Maquiavelo el 10 de diciembre de 1513 a su amigo Francesco Vettori, quién ocupaba el cargo de embajador de la República Florentina en Roma, ante el papa León X. Como sabemos, desde la llegada de los Médici al poder en septiembre de 1512, Maquiavelo que había desempeñado el cargo de secretario de la Cancillería encargada de asuntos exteriores y de guerra, durante el gobierno republicano de Piero Soderini, vivía desterrado en la aldea San Casciano, a pocos kilómetros de Florencia. Sabemos también que los Médici acusaron injustamente a Maquiavelo de haber participado de una conjura y que, por esta razón en febrero de 1513, nuestro pensador fue encarcelado y torturado, sometido a una técnica de tortura conocida como “strappado”, que consistía en atar ambas manos, conducirlas a la espalda y elevarlas por encima de la altura de la cabeza, provocando desgarros o roturas. Lo cierto es que esta tortura no generó ninguna lesión grave que le impidiera movimientos corporales habituales, ya que, a fines de 1513, Maquiavelo se encontraba redactando su epístola extensa u opúsculo: De Principatibus o El Príncipe. Animo ardorosamente a mis lectores a investigar y leer esta carta, que es una joya preciosa de la historia política.