Hace algunos meses almorzaba con un amigo sociólogo sanmarquino y le preguntaba sobre el crecimiento de la clase media en el país. "Te lo explico desde mi vivencia y seguro la tuya. ¿Te acuerdas de nuestra adolescencia y juventud en el Callao? Le teníamos miedo al hambre, ahora le tenemos miedo a la comida. Jajaja", me dijo luego de hincar su tenedor en una lámina de lenguado a la plancha. "Somos más cuidadosos y pragmáticos a la hora de elegir lo que nos conviene", agregó.

Un informe del Banco Interamericano de Desarrollo dice que entre el 2005 y el 2014 la clase media en el Perú se quintuplicó. Ahora el 50.6 por ciento de peruanos pertenece a ese estrato social y económico. 15.8 millones de personas serán determinantes en las próximas elecciones.

El hombre fuerte de Arellano Marketing, Rolando Arellano, decía que es una clase emergente y caracterizada por ser más pragmática y menos ideologizada. "Tiene una tendencia muy marcada en elegir candidatos parecidos a ellos en el ámbito progresista y que planteen propuestas concretas para mejorar su vida cotidiana", explicaba.

Es evidente que los integrantes de la nueva clase media son pragmáticos y trabajan sobre realidades y no tanto sobre ideales. Por eso se van a inclinar por un candidato que tenga como pilares fundamentales la creatividad, el ahorro, el trabajo duro, la austeridad y la productividad. Para ellos, estas características están vinculadas al éxito. Todo lo contrario será rechazado. Es decir, el asistencialismo, la retórica, el golpe de suerte, la componenda y el acomodo no tienen cabida en sus expectativas. Justo lo que representan los políticos tradicionales.

La clase media no quiere una sociedad fragmentada y llena de conflictos. Si bien es cierto, tiene gran capacidad de denuncia y de respuestas ante lo que considera injusto, se mueve con inteligencia, haciendo lo contrario a lo que buscan la clase política y agitadores sociales, es decir, polarizar.