El título de esta columna no tiene nada que ver con los millonarios pagos bajo la mesa hechos por la empresa Odebrecht para ganar licitaciones, sino con otra coima que se da casi siempre en billetes de baja denominación y hasta en monedas, pero que es igual de nociva y debe ser combatida con todo el peso de la ley. Me refiero al dinero que a diario reciben malos policías de parte de peores ciudadanos para evitar las multas de tránsito.

En ese sentido, en buena hora que se ha emitido el Decreto Legislativo 1351, que modifica el Código Penal y fija sanciones de hasta cárcel efectiva para los policías que reciban dinero en las calles y también para los ciudadanos que intenten sobornar a la autoridad a fin de obtener algún beneficio, una situación que se da a diario y que para nadie es un secreto, pues lamentablemente la infame frase de “jefe, ¿cómo es?” es parte del paisaje.

Un país que se precie de ser serio y respetuoso de la legalidad no puede tener una policía a la que cualquier ciudadano, desde el que anda en el carro más lujoso hasta el chofer de combi que pide unas monedas a su cobrador para sobornar al agente que lo acaba de parar por cometer una infracción, tenga la osadía de “aceitar” sin que la ley lo alcance. Esto ha venido sucediendo a lo largo de muchas décadas y es una verdadera vergüenza.

Sin embargo, habrá que esperar que la nueva norma publicada el fin de semana en el diario El Peruano no sea letra muerta, como tantas otras que tenemos, pues con el peso de la ley y con la amenaza de acabar en la cárcel tenemos que poner fin a la práctica infame del pago de coimas a los policías. La responsabilidad en esto es tanto del corrupto como del corruptor, por lo que es positivo que el DL 1351 apunte a sancionar a ambos.

Si queremos tener una policía eficiente y con buena imagen ante los ojos de los ciudadanos, es prioritario acabar con las coimas por las infracciones de tránsito, aparte de las otras que sin duda también se dan a diario. Los ciudadanos no podrán confiar en la autoridad llamada a luchar contra la delincuencia si esta es capaz de dejarse sobornar por malos ciudadanos. Acabemos de una vez con esa vergüenza que dice: “Jefe, le doy para su gaseosita”.

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